La Transmisión Final

Relato | Septiembre 2025 | InformeAnonimo.com | Todos los derechos reservados.

Creemos que el tiempo es un río que fluye en una sola dirección. Pero hay quienes, por un error en el sistema o por una extraña sensibilidad, pueden sentir los remolinos. No ven el futuro. Reciben los ecos de una catástrofe que, en algún plano de la realidad, ya ha sucedido. No son videntes. Son terminales de recepción para las tragedias del mañana. Mi mejor amigo, Álex, era uno de ellos. Y yo fui el único que escuchó su última transmisión.

La transmisión final

El Sueño del Asfalto

Teníamos dieciséis años y una dieta constante de teorías de conspiración, creepypastas y fenómenos paranormales. Éramos arqueólogos de lo digitalmente enterrado. Pasábamos las noches en foros olvidados y tablones de imágenes, buscando patrones, conectando puntos que nadie más veía. Creíamos que todo estaba conectado. No sabíamos hasta qué punto teníamos razón. Una noche, tras una sesión sobre sueños lúcidos, Álex me llamó. Su voz era un hilo monótono, desprovisto de emoción. Acababa de tener "el sueño". Nuestra paranoia adolescente tenía protocolos para esto. Insistí en que lo grabara. Puso el manos libres y, mientras su vieja grabadora de cinta captaba el zumbido estático, me lo contó.

"Voy en mi patinete, es de noche pero las farolas no alumbran, es como si la luz se la tragara el asfalto. Visto todo de negro, unos vaqueros y una sudadera con capucha. No siento frío ni calor. Solo el ruido de las ruedas. Entonces, un coche sale de la nada. Sin luces. No hay sonido de motor, solo el impacto. Me veo a mí mismo desde fuera, tirado en el suelo. Y luego estoy en mi funeral. Todos están ahí. Incluso Laura, ¿te lo puedes creer? Y está sonriendo. No es una sonrisa feliz. Es una sonrisa vacía, como si no entendiera que tiene que estar triste. El sueño se repite una y otra vez. El patinete, el golpe, el funeral, la sonrisa. Es tan real, tío. Es como un recuerdo."

Lo archivamos como "Incidente 07B". Hablamos de ello durante semanas, teorizando sobre si era una advertencia o una simple manifestación de ansiedad. Con el tiempo, la urgencia se desvaneció, el incidente se convirtió en una anécdota y la cinta de casete acabó en una caja de zapatos etiquetada como "Evidencia Inconclusa". La vida, con su ruido incesante, siguió su curso, arrastrando el recuerdo a las profundidades.

Años de Estática

Pasaron casi cinco años. Acabamos el instituto, la vida nos empujó a trabajos precarios. Álex consiguió un puesto de repartidor nocturno para una empresa de mensajería. El uniforme era un eco macabro: vaqueros y una sudadera negra con el logo de la compañía. Su método de transporte para los repartos cortos por el barrio, para "ahorrar gasolina", decía él, era su viejo patinete.

Nunca volvimos a hablar del sueño. Era una reliquia de nuestra adolescencia. Pero a veces le notaba extraño. Se quedaba mirando un punto fijo, con la cabeza ligeramente ladeada, como si escuchara una frecuencia de radio que solo él podía oír. Una vez, en un bar, se levantó de golpe y dijo "ya voy". No había sonado su teléfono. No le había llamado nadie. Se disculpó, dijo que creyó oír algo. Lo achaqué al estrés, a los turnos de noche. No quería ver lo que era evidente. No estaba recordando el sueño. Estaba sintonizando con la llamada.

La Sincronicidad Final

La llamada me llegó a las tres de la madrugada. La voz de su madre, rota por la estática de la pena. Un accidente. Un coche que se dio a la fuga. Cuando llegué al hospital, ya era tarde. La policía me hizo algunas preguntas. Un repartidor, ropa de trabajo negra, un patinete. Un coche sin luces que apareció de la nada en un cruce. Cada palabra era un martillazo en mi memoria, desenterrando la voz de Álex en aquella vieja grabación.

Fui al funeral como un autómata. Todo era borroso, irreal. Y entonces la vi. Laura, su amor platónico del instituto, estaba allí. Hacía años que no sabíamos nada de ella. Se acercó a dar el pésame a los padres de Álex. Y por un instante, mientras hablaba, una sonrisa fugaz, fuera de lugar, apareció en su rostro. No era malicia. Era... desconexión. Un gesto automático, un error en su programación social. La sonrisa vacía del sueño. El universo se dobló sobre sí mismo. No fue una premonición. Fue una repetición. Un guion que se había ejecutado al pie de la letra. Y yo era el único entre el público que se lo sabía de memoria.

El Eco en la Red

Los días siguientes fueron un infierno de insomnio y culpa. ¿Y si le hubiera recordado el sueño? ¿Y si hubiéramos podido cambiar algo? Una noche, incapaz de dormir, me senté frente al ordenador. Impulsado por una necesidad desesperada de encontrar un ancla, tecleé en el buscador las palabras clave del sueño: "sueño muerte patinete", "funeral chica sonriendo", "accidente premonición". Los resultados eran un mar de basura new age y foros de autoayuda. Pero entonces, en la tercera página, vi un enlace a Reddit. A un subreddit llamado r/paranormal.

La transmisión final

El post era de hacía 6 horas. El título: "Mi mejor amigo soñó su muerte real". Empecé a leer. La historia era diferente en los detalles superficiales —otra ciudad, otros nombres— pero idéntica en su estructura ósea. Un amigo que soñó que era atropellado por un camión sin luces mientras iba en patinete, vestido con su ropa de trabajo oscura. Un amigo que soñó con su propio funeral, y con una chica que le gustaba que sonreía de forma extraña. El autor del post terminaba con una frase que me heló la sangre: "Solo desearía saber por qué tuvo ese sueño y me lo contó, como si tuviera que haber alguna razón. Solo pienso que no creería esta historia si no la hubiera vivido yo mismo".

Volví a casa de mis padres y revolví mi antigua habitación hasta encontrar la caja de zapatos. Allí estaba el casete. Lo puse en un reproductor viejo y le di al play. La voz de mi amigo, con dieciséis años, llenó la habitación, narrando con una precisión aterradora la escena de la que yo acababa de ser testigo. Pero ya no era la única prueba. Tenía la cinta y tenía un pantallazo de un post de Reddit escrito por un desconocido años antes de que Álex tuviera su sueño. No estaba prediciendo el futuro. Estaba retransmitiendo un evento recurrente.

El Archivo del Condenado

Ahora entiendo. Álex no soñó con su muerte. Sintonizó con una especie de "bucle de fatalidad", una emisión perdida en el tiempo que su cerebro captó por error, como una radio mal sintonizada capta una emisora fantasma. El sueño no era un aviso para que pudiera evitarlo. Era una simple transmisión de datos, fría e impersonal, el informe de un evento que está condenado a repetirse. El universo no le estaba susurrando un secreto; simplemente, él estaba en medio de una fuga de información del sistema.

Tengo la cinta y la captura de pantalla. Son las pruebas de que el destino no es algo que se forja, sino un programa con errores que se ejecuta en bucle. A veces, me pregunto cuántas veces se ha repetido esta misma historia. Cuántos chicos en patinete, vestidos de negro, han sido borrados por un vehículo silencioso. Cuántos testigos han visto una sonrisa vacía en un funeral. Y la pregunta que me mantiene despierto es aún peor: ahora que yo soy el único depositario de dos instancias de este bucle, ¿he sintonizado yo también con la misma frecuencia? ¿Soy el siguiente en la lista para recibir una transmisión, o peor aún, para protagonizar la siguiente repetición?