El vacío entre las paredes
En las afueras de la ciudad, donde las calles se desvanecen en un paisaje desolado de fábricas abandonadas y postes de luz parpadeantes, se alza un edificio de apartamentos que nadie recuerda haber construido. Sus paredes, cubiertas de un hollín que nunca se va, parecen respirar bajo la luz de la luna. Y en el apartamento 3B, algo espera.
La mudanza
Laura y Marcos se mudaron al 3B en pleno invierno. Él, un ingeniero obsesionado con la eficiencia energética; ella, una escritora en busca de silencio para terminar su novela. El apartamento era pequeño, pero barato, y el casero les aseguró que era "perfecto para una pareja joven". Lo que no les dijo es por qué el inquilino anterior había desaparecido sin dejar rastro.
"A veces, el silencio no es paz. A veces, es solo el preludio de algo que no puedes entender."
Los susurros
La primera noche, Laura escuchó algo. Un susurro bajo, casi imperceptible, que parecía venir de las paredes. Marcos lo atribuyó a las tuberías viejas, pero Laura no estaba convencida. Los susurros no eran aleatorios. Formaban palabras, frases, como si alguien—o algo—intentara comunicarse con ella.
Al principio, eran inofensivos. "Hola", "Estoy aquí", "No temas". Pero con el tiempo, se volvieron más inquietantes. "Sal de aquí", "No confíes en él", "El vacío te espera". Marcos no los escuchaba. O al menos eso decía.
La grieta
Una mañana, Laura descubrió una grieta en la pared del dormitorio. No era grande, apenas unos centímetros, pero parecía profundizar cada día. Cuando Marcos intentó repararla, el yeso se desmoronó, revelando algo que no debería existir: un espacio oscuro y frío que parecía extenderse infinitamente. No era un hueco en la pared. Era un vacío.
"El vacío no es la ausencia de algo. Es algo en sí mismo, y tiene hambre."

La conexión
Laura comenzó a investigar. En la biblioteca local, encontró artículos sobre experimentos científicos clandestinos realizados en los años 70. El edificio había sido construido sobre un laboratorio abandonado donde se experimentaba con portales dimensionales. Algo había salido mal. Algo había escapado.
Los susurros se hicieron más fuertes. Ahora no solo hablaban, sino que cantaban, reían, lloraban. Laura comenzó a ver sombras moviéndose en el vacío de la grieta. Marcos, cada vez más distante, pasaba horas mirando fijamente la pared, como si estuviera escuchando algo que solo él podía oír.
El desenlace
Una noche, Laura despertó y Marcos no estaba en la cama. Lo encontró frente a la grieta, murmurando en un idioma que no reconocía. Sus ojos brillaban con una luz extraña, y su sonrisa era demasiado amplia, demasiado perfecta. "Entiende, Laura", dijo. "El vacío no es nuestro enemigo. Es nuestro futuro."
Antes de que ella pudiera reaccionar, Marcos se arrojó al vacío. La grieta se cerró detrás de él, dejando solo un silencio ensordecedor. Laura intentó olvidar, mudarse, seguir con su vida. Pero en cada lugar nuevo, encuentra una grieta en la pared. Y en cada grieta, escucha susurros.
"El vacío no te olvida. Nunca lo hace."